El encuentro de hoy es muy pequeñito, pero de los más importantes. Dice Jesús llorando ante Jerusalén: Si al menos tú comprendieras lo que conduce a la paz, un día te rodearán con tus hijos dentro y no dejarán de ti piedra sobre piedra. El año setenta de esta era ya ocurrió lo pronosticado y fue horroroso. Y todo ello, porque no reconociste el momento de mi venida, dice Jesús. Es escalofriante leer esto, es increíble no solo que Jesús adivinase el futuro, sino que lo advirtiese y no se tuviese en cuenta. Es increíble además, que Jesús tenga que decir que: “esto sucederá por qué no reconociste mi venida”. ¿Adónde nos llevan estas cortas palabras del Evangelio del día, casi el más pequeño de todo el año? A que la venida de Cristo fue poco menos que un fracaso en su momento, en cuanto a la respuesta que le dio su pueblo, aunque todavía estamos a tiempo de enmendar muchos errores que se cometieron. Lo primero pedir perdón a Dios.
Sacando provecho de los fracasos o las caídas, hay que asumirlo como necesario, todo ello crea historia y los errores vividos sirven o deberían servir para no volver a cometerlos. Cuando digo que hemos cometido errores de reconocimientos no quiero decir que todo haya sido malo, pero sí que podía haber sido infinitamente mejor desde el momento de su venida. Los frutos han sido extraordinarios a partir de la predicación. Aunque para ello hubo y sigue habiendo mucho derramamiento de sangre, y lo que es peor, se puede matar la gallina de los huevos de oro, pero pretender destruir la fuente de la vida, la fuente del amor y la sabiduría, Jesús mismo, y lo hicieron, eso no tiene nombre; nos privaron de su naturaleza humana, que ya fue bastante. Sabiendo hoy, que nadie ni nada lo puede destruir, siguen en muchas partes del mundo intentándolo un día y otro día, no sé qué calificativo merece.
En todos los tiempos ha habido adoradores de becerros de oro, hoy otros más austeros lo resuelven diciendo que Dios no existe y que el mundo no necesita de Dios, no cabe mayor falsedad. Es muy elástico este modo de pensar, tu padre te da la vida y cuando te consideras con alas para volar le pides tú parte de la herencia y le dices que ya no le necesitas, lo mismo estos caballeros. Dios que les da el oxígeno necesario diariamente para vivir, y son así de osados; le dicen a Dios que no le necesitan y si llega uno diciendo que es su Hijo, lo matan y se quedan tan frescos. A esta brutalidad se refiere Jesús, por eso quiere que el mundo reconociera a Dios, a su Hijo y al Espíritu Santo, entonces se acabarían las guerras, los crímenes, los robos e incluso la enfermedad. Es muy doloroso saberte Hijo de Dios, Hijo del dueño de la finca y, que habiendo avisado de tu venida a tu pueblo a través de los profetas, te hagan este recibimiento tan cruel e inhumano. Jesús lloró ante el emblema de su pueblo, Jerusalén, y le recordó, que no habían reconocido su venida e incluso había rechazado su invitación a la fiesta de la salvación como Él quería que se aceptase.
Y para terminar, solo apuntar, que si Dios sabía lo que iba a pasar con su Hijo, que por más que lo anunció Isaías y tantos otros pasó lo que pasó, ¿cómo no evitó que viniese Jesús? A lo que pregunto: ¿Sería bueno para la historia arrancar esa parte de la venida de Jesús y quedarnos sin los efectos del Evangelio en el mundo? ¿Sería el mundo resultante parecido a este? ¿O seguirían las luchas de tribus contra tribus?
Pongo otro ejemplo: Si el señor de la parábola (Marcos 12, 1-11), hubiese sabido que los arrendatarios de su viña iban a matar a sus criados, incluso a su hijo, ¿qué debería haber hecho, no mandarlos a cobrar el arrendamiento y que los arrendatarios se quedaran con todo el fruto de la viña, de por vida, y con la viña misma como si fueran los dueños? -Esto lo digo para que entendamos el por qué vino Jesús aun sabiendo lo que le iba a pasar-. Si se tuviera mucho miedo al mal y no se actuase, en tres días se multiplicarían los abusos y la injusticia, y todas las propiedades cambiarían de dueño de la noche a la mañana. Y eso no se puede consentir: la maldad se soporta y se denuncia, y la historia, testigo de esos atropellos, traerá mayor justicia cada día, y si en este tiempo los jueces no la traen, seguro que nuestro dueño y Señor la traerá y pondrá a unos a la derecha y a otros a la izquierda Lucas 19, 41-44
Reflexión: