Jesús como siempre no dejaba de enseñar. Todos hemos necesitado de enseñanzas en las que cimentar nuestra vida. Las enseñanzas de Jesús son fundamentales porque alargan la vida; Jesús es el Maestro por antonomasia, es el único que enseña verdades eternas. Un día le preguntaron, ¿serán pocos los que se salven? A lo que contestó: qué nos esforzáramos por entrar por la puerta estrecha. ¿Cuál es esa puerta? La que pocos quieren: la austeridad, la sencillez, la entrega, la humildad, la sinceridad, la fraternidad, la comprensión, la disculpa o el perdón, el respeto a la fe, la justicia, la sabiduría, la paciencia… Actitudes que te estrechan el camino y te hacen pequeña la puerta, pero que te conducen a ella inexorablemente y pasarás con paso franco. Esta puerta estrecha viene a ser parecida a la criba con un tamiz milimétrico por donde solo pasa lo fino, lo valioso, y luego tenemos el barandón (palabra extremeña), con un tamiz mayor por donde pasa otra parte que iría al purgatorio, y las excepciones, lo que no pasa por el barandón, que estaría sujeto a la misericordia de Dios. Y esto solo lo digo para ilustrar la puerta estrecha, porque la realidad es que de momento lo dejamos en el misterio.
¿Quiénes querrán entrar y no podrán? Los que esperen demasiado envueltos en sus cosas y quehaceres mundanos y que cuando descubran casualmente la famosa puerta, sea demasiado tarde y no les dejen entrar por ella. En ese momento, final de un modelo y principio de otro, no reconocerán a los que vivieron alejados del camino estrecho. Como aquel que pasa por la puerta de unos salones de boda y pretende entrar camuflándose con los invitados. Los que no están invitados no pueden entrar: no vale decir que han comido y bebido con el novio: la picaresca de este mundo puede que te ayude a confundirte con los invitados, pero allí será distinto, el engaño y la mentira no tendrán cabida.
Los amigos verdaderos del novio sí están invitados. A los que pasen por allí o vayan a sus labores no se les permitirá ser oportunistas y mezclarse con los demás invitados y en el caso de que lo hicieran, habrá alguien que les echen fuera, porque serán fácilmente reconocibles al no llevar el traje de fiesta; no se les entregará en las manos un bien por el que no han luchado, e incluso en otros casos han rechazado. Digamos que muchos son los llamados pero pocos los elegidos (Mateo 20:16), y pocos los que responden a la llamada.
Algo así como lo que sigue parece inaudito. “Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos” (Mateo 20:16). Esto va dirigido a aquellos que estuvieron alejados de Dios por motivos varios o porque no dedicaron tiempo a conocerle y amarle como Él nos ama, y que todavía están a tiempo; el arrepentimiento y la vuelta al Padre puede llevarles a los primeros puestos. Lo que vale es la aceptación de Jesús como guía y Salvador. Estamos aún a tiempo para intuir si la sangre del cordero lavó nuestras túnicas y nuestras nuevas obras podrán confirmar el cambio.
Con la túnica blanqueada reencontraremos el camino que nunca habíamos conocido o un día abandonamos. Al tiempo, otros, tristemente añorarán los primeros puestos a los que quisieran llegar, pero por no sacrificar un ápice en esta vida, malinterpretando el mensaje, solamente habrán de conformarse con lo que Dios tenga a bien concederles. Dios que penetra en todos los corazones es el único que puede dar a cada uno el lugar merecido, sobre todo según el amor con que trató a sus semejantes. Confiemos que la justicia de Dios y su misericordia pongan a cada uno en su sitio.
La palabra de Dios que es el mismo Dios hablándonos hoy, nos dice, que hay dientes que rechinan y ojos que lloran, cuando ven lo que han perdido por falta de tiempo, falta de interés en conocerle y falta de amor a su entorno, o más significativamente, a la obra de Dios. No olvidemos que el hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26), es su criatura predilecta y que nos hemos de tratar casi con reverencia y cuanto más pobre más reverencia, es en los pobres donde más reside Dios, en espera de que éstos sean rescatados de su pobreza. El hombre y su naturaleza son templo del Espíritu Santo (1Corintios 6:19. Sólo por ello merece nuestra más grande consideración. “Amarás a Dios con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27) Lucas 13, 22-30
Reflexión: