El poder de Dios ha explosionado en la comunidad cristiana con la fuerza del Espíritu Santo, invadiendo unos cuerpos asustados y temerosos de sus gobernantes, los judíos. Cuando uno se ofrece como instrumento al servicio de Dios y se deja llevar por la voluntad del Espíritu Santo, el resultado espectacular termina siendo visible. En aquel tiempo se consiguieron los objetivos deseados porque no se vaciló en ningún momento y todos se dejaron llevar por la palabra de Jesús y el empuje del Espíritu Santo.
No sé si el hablar en leguas extranjeras tuvo mucho eco, pero hemos de considerar la brillantez del episodio; hombres rudos, pescadores y en general personas de condición humilde, hablando en los idiomas de los países colindantes. No hay nada más bello que hacer llegar el poder de Dios, en la Resurrección de Cristo, en el idioma de cada uno de los extranjeros que en aquellas fiestas se encontraban en Jerusalén.
Hoy todo más pausado lo vemos de otra forma. El pasar a formar parte de la Iglesia, hoy que tanto relajo hay en el sentido de la fe, no va a ser por las mismas motivaciones que tuvieron los cientos de miles de personas que a raíz de Pentecostés se adhirieron al grupo de primeros cristianos seguidores y fieles a Cristo. Hoy no vemos por ningún lado ni las lenguas de fuego posándose en las cabezas, ni la proclamación del Evangelio en lenguas extranjeras, ni la acción ardiente del Espíritu Santo impulsando a los cristianos o católicos a presentar la fe como una cuestión de vida o muerte. Hoy no creemos que los que mueren han de ser enterrados por los muertos que están a su alrededor, aunque se siga dando la misma situación (Mt 8, 21-22) (Lc 9, 59-60)
Algunos pueden pensar que ni tanto ni tan calvo. Pero sí es cierto que si en la Iglesia primitiva, el Espíritu Santo, no coge las riendas y dice adelante, hoy estaríamos liados poco menos que a cañonazo limpio y Dios sabe hasta cuándo. El cambio que se produjo entonces fue poco menos que imposible y poco menos que increíble; con la palabra y la fuerza de Dios, unos generosos y valientes hombres y generosas y valientes mujeres se consiguió, aunque costando muchas vidas, mucho dolor y mucho esfuerzo.
Nadie puede decir Jesús es Señor si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Señor, un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Todos nosotros judíos y griegos, esclavos y libres hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo Hechos 2, 1-11
¿En qué espejo nos debemos mirar, si queremos salir de esta rutina, que aun siendo rica no deja de ser insuficiente?: ¿en el primer siglo de la Iglesia primitiva, en sus muchos mártires, en su mucha fe llena de razón, en su mucho amor y desapego a los bienes materiales y temporales, en su palabra cargada de sabiduría y promesas, en sus muchos milagros además de curaciones por doquier que fue lo que más sorprendía a seguir por este camino?; y como digo atrás: en su mucha fe y experiencia de unos hombres valerosos imbuidos por el Espíritu Santo. De no haber existido esta fuerza, y ser movidos por ella, imposible el cambio.
También en nuestro tiempo podemos sacar muchas lecturas de nuestra Iglesia actual. Lo primero es que ha llegado hasta hoy, cuando otras culturas o civilizaciones han perecido por efecto del tiempo y quizá por la frágil oferta que presentaron: ofertas llenas de poder, ambición, traición, engaño, abuso, desprecio a la vida de las clases bajas… La gente se harta de guerrear y de conquistar territorios, para que los frutos de las conquistas lo disfruten los de arriba, los de siempre. Por eso la Iglesia asentada en la verdad y en el respeto a todos los hombres y en especial a los más desfavorecidos, se ha ganado en todo este tiempo el reconocimiento de una parte importante del mundo.
Si somos realistas, veremos que la Iglesia de hoy hace mucho bien (basta informarse), y esos que hacen tanto bien son personas como los primeros cristianos. Todos los que entregan su dinero y su tiempo a la Iglesia, lo hacen por amor y por fe; y son millones de seres humanos los que ven en Cristo al Salvador. Solo queda pensar que con un poco de coraje que pongan los cristianos católicos de hoy en el aspecto de la predicación y captación de personas para la salvación eterna, y si saliésemos a la calle, la reactivación sería inmediata y es lo que muchos quieren y el mundo necesita, ¿por qué sería un éxito? Porque en la Iglesia está la verdad: es la clave para quitar el hambre, la clave para perdonar y quitar la amargura y el peso del pecado, y es la fuerza para llenar la vida de esperanza, esperanza en una vida mejor donde reine la justicia. Eso lo puede ofrecer la Iglesia, porque sabe la forma de conseguirlo, porque conoce la fuente y dispone de la palabra.
El Espíritu del Señor concede diversidad de dones que bien aplicados harían un mundo más justo y más gozoso, hay que confiar y ayudar en ese desarrollo. Dios que nos da esas capacidades, quiere que seamos generosos y solidarios con aquellos que no han tenido nuestra suerte y pasemos de la crítica a la acción, eligiendo gobiernos que no mientan, que sean honestos y que sean humanitarios; retomaríamos así el espíritu del Evangelio, que es en definitiva lo que puede traer la paz y el progreso sostenido y moderado que estamos buscando y necesitamos 1Corintios 12, 3b-7.12-13
Jesús una vez más, al anochecer de aquel día, primero de la semana, se aparece a sus discípulos en el interior de una casa con todas las puertas cerradas por miedo de los judíos. Paz a vosotros, les dice. Les enseña las manos y el costado y los discípulos se llenaron de alegría al reconocer a Cristo el Señor. Jesús repite: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así también os envío yo. Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Digamos que son dos formas de transmitir el mandato, en las dos es el Espíritu Santo el que penetra en los discípulos por voluntad de Jesús y en las dos es la voluntad de los discípulos la que se ve presa por el don del Espíritu y su presencia más real que nunca.
A partir de este momento es la voluntad de Dios la que impera y es un valor incontenible el que se aprecia en cada uno de ellos. Es admirable e impresionante su acción y es el reino de Dios el que llega a nuestro mundo para establecer otra forma de comunicación, otra forma de mirar al prójimo y otro orden de prioridades en la vida: Dios primero, el hermano segundo y uno el tercero y último. Si el cristiano de hoy no recupera la ternura en el trato a sus semejantes es que aún no ha entendido el mensaje evangélico Juan 20, 19-23
Reflexión: